Tuesday, August 05, 2008


Photobucket - Video and Image Hosting



Alejandro Aura

Todos somos hijos del Cuervo

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,

pedir los abrigos y marcharnos…

Despedida, A. Aura

Murió de cáncer Alejandro Aura, allá, en Madrid. Acá nos inundó la noticia de tristeza, poniendo a trabajar la memoria atragantada de nostalgia. Pero lo que más perdurará en mi de Alejandro Aura será la imagen una persona que logra ponerse por encima de los estereotipos, el joven de la colonia Obrera que se convierte en poeta en el taller Juan José Arreola, el intelectual de izquierda que esquiva el discurso panfletario para colocarse del lado del trabajo enfocado en la inteligencia, misma que quedó siempre de manifiesto en ese humor fino que tanta falta entre los que estamos de este lado de la banqueta. El promotor que quería llenar de libros las casas de México, que recuperó y defendió la bohemia como ese necesario respiro lúdico en el quehacer intelectual, el que logró envirar la caja idiota con la chispa del humor agudo, limpio, siempre inteligente que lo caracterizó siempre.

Descanse en paz Alejandro Aura, donde quiera que sea, donde su puro y la copa brinden ahora, hablando de música y poesía. Como casi todos, lo conocí viendo Entre amigos, los domingos. Junto a un jovencísimo Andrés Bustamante, dupla que con una producción pírrica compitieron por primera vez contra los ratings dominicales de Televisa. Tiempos en los que la cultura oficial la dictaba la televisión privada y en un hueco semanal, la inteligencia de Aura pudo desde la verdadera televisión oficial, abrir una ventana de “alternativa” que fue una bocanada fresca para toda una generación de televidentes. Entre amigos abrió brecha para voces frescas en aquella avallasadora maquinaria del priísmo que era la televisión. No dudo en pensar que fue ahí el germén que permitiría más de veinte años después escuchar a personas como Victor Trujillo, Deniese Maerker y Fernando Rivera Calderón, en los horarios AAA de la televisión y radio mexicana. Sin olvidar por supuesto esa popularidad, hasta la fecha innegable de la que goza Andrés Bustamente. Era un gozó verlos juntos, reírse de los clichés de los programas de variedades, premiaciones incluidas, y principalmente de ellos mismos. Sátira de los night shows, lograban acompañados de un elenco diminuto pitorrearse de todos, incluyendo la izquierda a la que, por lo menos Alejandro, dijo pertenecer. Nunca podré olvidar el falso documental en el que un anarquista Club de Tobi, le declaraba la guerra a la monarquía, incluyendo a los tres Reyes Magos. Fue también una ventana en la que pudimos ver a Botellita de Jerez, Las Insólitas Imágenes de Aurora, El Tri, Guillermo Briseño e innumerables artistas que tenían cerradas las puertas del mainstream de los medios y nuestra farándula. Fue en la televisión un Quijote alternativo montado sobre la televisión gubernamental.

Más tarde, cuando tuve edad, conocí y prácticamente viví en El Hijo del Cuervo, el bar que había nacido como continuación mejorada y aumentada del original Cuervo en Coyoacán. Nació el concepto “culti bar”, imitado tantas veces con irregulares resultados. Fue El Hijo del Cuervo auténtico centro de reunión de la izquierda rosa de la época. Tertulias bañadas de vino, cubas y plática fueron el menú y razón de ser en aquellos años. Ahí fue donde XE Bubulú y el Gabinete del profesor Güiri Güiri fueron el germen de lo que harían más tarde en la televisión. Fue lugar también de propuestas que abarcaban lecturas, presentaciones de libros, son, rock y todo aquello que buscara un espacio. Mucho le deben lugares como El Vicio (antes Hábito), Rockotitlán, LUCC, Atrio, Las Hormigas, Péndulo y similares al Hijo del Cuervo de aquellos años. Por mi parte, si lo tuve en mente a la hora de abrir Pasagüero. Generar un espacio dónde programar propuestas interesantes a mi gusto e interés. De paso generarme un modus vivendi cercano a mis inquietudes intelectuales. En ese sentido creo que todos somos hijos del Cuervo, así sea sólo oficial el hijo que aún pernocta en el centro de Coyoacán.

Pero no queda ahí el legado de Alejandro Aura, como promotor me tocó ver su esfuerzo como primer director del entonces Instituto (ahora secretaria) de Cultura del Distrito Federal. Había gran entusiasmo por la primera elección de jefe de gobierno y por una primer administración en ese entonces, de lo que se suponía era un partido de izquierda. Era además la “cultura”, una de las trincheras desde donde se había dado la batalla por elecciones libres en el país. Fue Alejandro Aura un director inteligente que supo evitar las tentaciones dogmáticas que deseaban impulsar un proyecto cultural que impusiera un ideario de izquierda sesentera y trasnochada. Atajó los ataques de aquellos que soñaban con una revolución cultural, lejana a la apertura que un gobierno democrático debía tener. Muchos y diversos proyectos albergó la secretaría de cultura. También polémicos y con resultados diferentes. El más visible, fue la apertura del Zócalo capitalino a los conciertos y eventos culturales, quitándole el lastre cívico corporativo que durante 70 años de priato había anquilosado a la plaza mayor. Otro, al que le tuvo Aura un enorme amor fueron los libro clubes. Era su sueño que de una manera comunitaria el gusto por la lectura se insertara en los hogares de los capitalinos y puso todo su esfuerzo en ello. Hubo otros como el faro láser en Paseo de la Reforma que fracasaron rotundamente. Sin embargo se notó y se extraña su esfuerzo, porque más tarde la cultura dio paso a la ambición electorera y ahora, peor aún, a la trinchera del despechado por las elecciones que no le favorecieron.

Se fue Alejandro Aura con sus poemas por delante, con su olor a tabaco. Se fue un dandy, un hombre de su tiempo comprometido con sus ideas. Se fue un ejemplo de inteligencia, buen gusto y sobre todo buen humor. Hacen falta más hombres que como él, toman la vida como escenario de un gigantesco cabaret, dónde son actores y público a la vez, y donde la razón de ser parece que es convivir por esta corta noche que es la vida, con los que uno quiere, entre comida, copas, canciones y poemas. Una noche en aquel Hijo del Cuervo donde reímos, comimos y lloramos con nuestros mejores amigos. Gracias Alejandro Aura por tu ejemplo, gracias por grafitear sobre el muro de los solemnes tu nombre. Te extrañaremos.

Hago una caravana a las personas que estoy echando ya tanto de menos,

y digo adiós.

Alejandro Aura (1944-2008)