Wednesday, February 17, 2016

Miles Davis. La biografía definitiva.

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Miles Davis
La biografía definitiva
Por Jorge E. González Ayala

Publicada por Global Ryhthm en 1998 y firmada por Ian Carr. Esta autobiografía que se hace llamar “definitiva”, es un buen trabajado recuento de más de 600 páginas de la vida de uno de los músicos más influyentes e innovadores del siglo XX. En el jazz como en los toros uno nunca deja de ser villamelón. Nunca se termina de saber todo. Y con creadores del calibre de Davis con una discografía tan extensa que por si misma ha merecido libros e investigaciones completas, es aventurado decirse docto en la materia.
Impresionante, es lo que viene a la mente al leerla. Una vida dedicada a la música comparable sólo a los grandes genios que nos ha dado la humanidad. Mozart viene a la mente tanto como Shöenberg y Stockhausen, tanto por la fertilidad del primero como el nivel de innovación de los segundos.
Hijo de una familia negra de clase media, alta, de las primeras en EU, con la oportunidad de estudiar en una escuela tan prestigiosa como Juliard en Nueva York. Pero el joven Miles prefiere los arrabales de Harlem que las aulas en las que la teoría poco tienen ya que decirle.
Es ahí en las calles donde conocerá a Charlie Parker, el saxofonista que inspiró el perseguidor de Cortazar. De Charlie Parker toma la estafeta de lo que viene siendo el canon del jazz moderno.
El otro encuentro que dejaría marca para siempre en la historia del género es con John Coltrane. Desde el primer cuarteto y quinteto, los integrantes de sus agrupaciones pasaron a ser estrellas por si mismas y a generar otras agrupaciones que a su vez generaban nuevas figuras del jazz. De unos muy jóvenes, apenas veinteañeros Herbie Hanckock, Richard Max, Chick Corea o contemporáneos como Bill Evans, el mismo Coltrane, hasta Keith Jarret, Dave Holland o Marcus Miller. Párele de contar porque son decenas de los mejores músicos que dio el siglo XX bajo la implacable dirección de un hombre que sabía perfectamente lo que quería. Tan seguro de si mismo que podía en su cara espetarle a una rica invitada a la casa blanca, que él estaba ahí por haber cambiado el rumbo de la música varias veces y ella sin embargo únicamente por ser blanca y millonaria.
Y si una ventaja pueden tener los servicios streaming musical, es poder avanzar estas cientos de cuartillas escuchando las obras cuyo proceso el libro nos va contando. Tener en contexto la música en nuestros oídos mientras leemos el nutrido anecdotario de un hombre temperamental, perfeccionista dotado de la disciplina que sólo los grandes pueden complementar con la inspiración.
Ahora viene la película, el sentimiento es de temor de lo que el llamado séptimo arte le puede hacer a una figura de esta complejidad.

Little of Respect

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A little of respect.
Por Jorge E. González Ayala

No es una canción de David Bowie, pero fue lo primero que pensé cuando escuché y vi el homenaje que le hizo Lady Gaga al duque blanco en la pasada entrega de los Grammys. ¿Fue lo mejor que se le ocurrió a la academia norteamericana? ¿En serio no se podía hacer algo mejor que un numerito predecible, un supuesto recorrido, muy incompleto sobre la carrera de Bowie?
Chafa, muy chafa, como prácticamente todo en el show que representa a un mainstream musical en crisis, incapaz de reconocerse a si mismo en la música y figura de un artista, en toda la extensión de la palabra, que innovó y abrió brecha en una industria que justamente adolece de ello actualmente. El patético homenaje de Lady Gaga representa el desprecio al personaje que hizo de salir de la zona de confort una declaración de principios. Una industria que ya no tiene siquiera la  referencia de la venta de discos o por lo menos de descargas de mp3s para medir su impacto en la sociedad.
Y si por no perder rating entre los millennials prefirieron un popurrí interpretado por un personaje con mas cualidades mercadológicas que artísticas, en vez de convocar a aquellos que fueron parte de Bowie y que gozaron de su influencia y amistad. Supongo que ver a Annie Lennox o Iggy Pop hubiera sido demasiado pedir, ya no hablemos de por lo menos unas palabras de Mick Jagger, Tony Visconti o Brian Eno. No se trata de la posición de que todo tiempo anterior fue mejor, pero el presente se enriquece no sólo de honrar el pasado, sino de reconocer aquello en lo que hubo aciertos y no sólo bandazos de popularidad.
Bowie, supo enfrentarse a si mismo en cada disco para como Miles Davis, no repetirse, ni negarse. Presentarse como otro sin dejar de ser él mismo.
Incluso, siendo el primero en colocar a cotizar su catalogo en la bolsa de Nueva York, ideando nuevas formas para hacer negocio de su música, fue, muy superior a esta industria que malamente le rinde homenaje en los Grammys.