Probablemente por lo que se
recuerda y reconoce a Sergio González Rodríguez (1950-2017), es por libros como
Huesos en el desierto (2002). Además de su trabajo como editor, columnista y
crítico. Pero Sergio poseía muchos Sergios en su interior. Porque Sergio no
sólo fue el incansable periodista atrás de sus extenuantes investigaciones
acerca de las muertas de Juárez, a su
vez personaje de Roberto Bolaño en la extensa e inacabada 2999. Fue también un
artista de vigor lúdico. Un escritor que tempranamente decidió volcarse a la búsqueda
creativa pero sobre todo a vivir.
Amigas: Los años noventa fueron
mejores (Almadía 2017), es una colección de relatos que mezclan la anécdota
pícara, la reflexión sobre diversos temas en los que el cine, los refranes, el
humor y el intercambio de ideas entre géneros, se mezclan con la vida cotidiana
de una década, que ya a veinte años de distancia se antoja incluso romántica.
Los noventa como todas las épocas contiene sus propias genealogías, sus
actrices, directores, bandas de rock y personajes. Sus lugares, cafés, librerías
y bares que tuvieron sus momentos de gloria, fiestas y cocteles, pláticas y
chismes de corredor. De todo esto y varias cosas más se ocupan estos textos de
González Rodríguez.
Es imposible leerlos sin pensar
en Woody Allen. Un humor neurótico, ansioso que busca en el sexo opuesto
respuestas sencillas a las grandes preguntas. Y no sencillas por tratarse del
sexo femenino, sencillas porque transcurren en la vida cotidiana que nos
enfrenta a nuestras razones de ser. Y las respuestas que encuentra el autor son
llenas de un humor que poco tiene que ver con la banalidad. Van de la reflexión
y cita filosófica, al chiste de cantina, así como la descripción de ese enredo
que son las relaciones interpersonales. De salidas heroicas a desaires públicos
en la Facultad de filosofía y letras en la UNAM a los ligues de oficina. No
deja uno de sonreír y a preguntarse las veces en que se ha estado en situaciones
similares.
Es como el título indica,
también un recorrido con bastante nostalgia por otros tiempos, otros humores,
cuando Kim Bassinger y Uma Thurman eran divas de la pantalla, los cigarros no
eran aún expulsados de los sitios públicos, los tables dances eran una novedad y la noche en el Distrito Federal olían a
ginebra o ron.
Bajos fondos, música y mujeres
hermosas acompañadas de otros galanes, son una ensalada que sirve y desmenuza a
la vez Sergio González Rodríguez mostrando a un Sergio picaresco y mordaz. No
es un remedo de Woody Allen, es un heredero de Ibargüengoitia y Mauricio
Garcés. Un escritor completo que tras las brutales crónicas de la violencia que
sufrió en carne propia en nuestro país, tenía la capacidad de sentarse frente
al teclado y escribir desde lo más profundo de su intimidad, de manera tan
incisiva y certera, para sacarnos sonrisas y cuestionarnos al mismo tiempo
nuestra condición humana, sobre todo si tuvimos la fortuna de vivir aquella
década, la de los noventa.