Tuesday, October 20, 2020

Sepulcros vaqueros


a cara o cruz

por Jorge E. González Ayala


Escribir de un autor canónico, contemporáneo y ausente puede caer fácilmente en dos lugares comunes; la alabanza o la descalificación per se. Cabe el caso al escribir de Roberto Bolaño. No hay duda que Los detectives salvajes y 2666 son novelas tan ambiciosas como logradas, sin importar que la última quedara inconclusa. Mucha tinta se ha plasmado al respecto. Es ocioso redundar en ambos casos, alabar o denostar aquello que a todas luces está muy por encima de la media, que marcó un antes y un después además de influir en su propia generación y en las siguientes.


Hambriento de encontrar más en este autor en tiempos de pandemia y en busca de ejemplos creativos leí Sepulcros Vaqueros, Alfaguara, 2018.

Confieso que no fue hasta casi al finial de los folios que logró atraparme y despertar en mi un interés más alla que el de las lecturas de ocasión sobre un sofá los domingos. Me queda claro que estos textos vienen siendo ejercicios para las metas que seguramente traía ya en mente. Porque escribir novelas tan ambiciosas, no encuentro mejor adjetivo, como las mencionadas, no son obra de la inspiración ni mucho menos de la casualidad. Son resultado de un trabajo meticuloso, así como planeado. Textos de estas dimensiones, no sólo en en extensión sino en profundidad y técnica requieren de una preparación a conciencia, sin cabos sueltos, determinada a llevar a cabo una obra colosal que el sólo proponersela revela un carácter determinado. Entre temas de exilio, adolesencia y los pininos de Alberto Belano como personaje de ficción, Bolaño practica no sólo su prosa  y voz particular, sino que ensaya con la forma y personajes particulares, descripciones de la ciudad de México, de la provincia Chilena, del imaginario mundo subterráneo de Paris. 


No es la obra del autor consagrado sino la del aprendiz de brujo. Es como lo suguieren los apuntes integrados al final de la edición, un ejercicio creativo pero también de forma y fondo.

Aquí este ya infrarrealista práctica la idea del Real Viceralismo de Los Detectives Salvajes, en la forma del Grupo Surrealista Clandestino, así como los encuentros tan fortuitos como misteriosos de personajes diversos. Y aclara no creo que sin querer, el gran vaso comunicante con la nemesis del grupo de poetas que lideró sin quererlo en su juventud, Octavio Paz. Es la fascinación de ambos por Bretón y el surrealismo, dos caras de la misma moneda, espaciadas en el tiempo y en la contraposición ideologica, pero la cara es Paz que se llama poesía y la cruz de Bolaño se llama novela.