Thursday, July 03, 2025

Releer Por quién doblan las campanas. Por Jorge E. González Ayala

  


Para una misión releí Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway (1899-1961). Son muy pocos los libros que tendremos oportunidad de releer en nuestras vidas, esta fue una elección acertada para hacerlo. Si las lecturas de juventud se precian del hambre y la prisa. Las relecturas buscan la cata de los detalles como sumiller en un buen vino.

 

Robert Jordan es un voluntario norteamericano peleando contra el fascismo en la convulsa España de la guerra civil. Su misión es volar un puente al otro lado de las líneas enemigas para impedir el paso de la artillería en una largamente planeada ofensiva de la República. Todos sabemos desde el principio cómo acabó la guerra y lo que siguió en Europa los siguientes años para liberarse del fascismo que España no pudo y soportó por décadas más.

 

Ahí, en la España profunda, el profesor americano convertido en dinamitero, de linaje guerrero en su país natal, conoce a los que se esconden y luchan en el monte. Un conjunto de arquetipos españoles que seguramente estudió con ojo clínico Hemingway en su paso como corresponsal en la guerra en España. De la matrona grande y pesada de Pilar, a la ingenua y hermosa María. Anselmo, Agustín, hombres de bien atrapados en una guerra de la que entienden poco, pero de la que están convencidos que hay que ganar por el bien común que ofrece la República. En medio Pablo, el que del idealismo casi heroico pasó al taciturno, egoísta y alcohólico, hombre derrotado por los horrores de la guerra. Un patán que cínicamente aspiraba a sobrevivir y sacar algún provecho del caos. La historia, estructura y personajes son cátedra de la novela del siglo XX. Metáfora de la guerra que perdió la utopía contra la realpolitik.

Pero es la prosa la que contiene el ojo del escritor ganador del Nobel. Ahí la relectura encuentra la técnica que lleva de la mano al lector a parajes que describen no sólo lo que se ve, sino lo que se siente. 

Un botón para muestra para leerse en voz alta y entender el por qué la literatura salva.

“Con la luz del día se levantó un viento cálido; podría oírse el rumor de la nieve derritiéndose en las ramas de los árboles y el pesado golpe de su caída. Era una mañana de finales de primavera. Con la primera bocanada que respiró Jordan se dio cuenta de que había sido una tormenta pasajera de la montaña de la que no quedaría ni el recuerdo para el mediodía. En ese momento oyó el trote de un caballo que se acercaba y el ruido de los cascos amortiguado por la nieve. Oyó el golpeteo de la funda de la carabina y el crujido del cuero de la silla.”