Tuesday, March 27, 2007

Ciertos aspectos del arte y de la vida están al alcance de unos pocos elegidos y es justo que así sea. Los demás deberán merecérselos.

Karlheinz Stockhausen

En una visita a mi librería de viejo preferida encontré una auténtica joya, el libro Stockhausen, Entrevista sobre el genio musical, editorial Turner, 1985. Anteriormente en esa misma librería había comprado un libro muy general de editorial Salvat sobre música contemporánea. Con un contenido de tipo enciclopédico, propio para estudiantes, aquella ocasión lo adquirí por la inclusión de una entrevista a Karlheinz Stockhausen, (Mödtrath, Colonia, 1928) uno de los compositores más influyentes del siglo XX. En ésta, no dudaba en afirmar su origen extraterrestre y la función de su música como puente de comunicación con civilizaciones más allá de nuestro sistema solar. Alucinado y alucinante. Stockhausen, era de ese tipo de genios que todo lo decía en serio. Sin embargo el hallazgo de este segundo libro con 104 cuartillas de conversación con el músico alemán me maravilló. Tras adquirirlo, junto con la entrañable biografía de Luis Buñuel, Mi último suspiro, que merece un texto a parte, me dirigí a mi hogar a leer.

Cada página resultó un compendio de filosofía musical. El testimonio de un hombre que vivió cada segundo inmerso en la sonoridad y lo que representa. Uno de esos libros que incluye al final varias páginas en blanco para tomar apuntes. Mucho le debemos a Stockhausen y su infinita curiosidad, aún sin saberlo. Puede llamársele sin pudor padre la música electrónica. Pionero de la utilización de filtros, micrófonos y osciladores. Su obsesión por hacer de la música una experiencia en que el sonido envuelva por completo al oyente lo hizo empujar el desarrollo de sistemas de audio, consolas de grabación y para conciertos. Predijo hace más de treinta años los home theaters. Incluso en su delirio se embaucó en quijotescas cruzadas. Por ejemplo, temiendo con razón, que los sistemas de grabación análoga se deterioraran con el tiempo, dedicó muchísimas horas hombre en idear sistemas de grabación que perdurarán por siempre. Ninguno de ellos práctico ni realizable (como los cilindros magnéticos gigantes). Todo ello sin saber que ya se estaba desarrollando la tecnología digital que hoy nos permite almacenar millones de horas de audio en computadoras. Si sólo Bill Gates lo hubiera conocido, tal vez ese tiempo lo hubiera dedicado a otras fascinantes ideas.

Por alguna razón, por lo menos en lo que a mi concierne, se le estudia poco en México. Con ningún maestro analicé piezas suyas. Al igual que Cage era más lo que leíamos acerca de su música que lo que escuchábamos, ni mencionar tener acceso a las partituras. Conseguir discos de su música en México es muy difícil más no imposible. De vez en vez a precios estratosféricos se puede conseguir algún CD. Escarbándole al internet se encuentran algunas piezas para piano o pequeños ensambles, más no sus obras monumentales. Unos años antes de su muerte fue noticia a nivel mundial cuando escribió un concierto para cuarteto de cuerdas y cuatro helicópteros que fue interpretado en el cielo de Ámsterdam por el cuarteto Arditti (¿quién más?). Posiblemente su lado esotérico y su discurso sobre la era del Acuario es lo menos interesante por su tufo al actual new age y esoterismo trasnochado. ¿Pero quién de nosotros carece de ese lado?

Jorge E. González Ayala


Escucha un fragmento de Gruppen, 1957

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