Friday, September 01, 2023

Música, sólo música. De Haruki Murakami y Seiji Osawa



Por Jorge E. González Ayala

 

Hay libros que llegan en el momento justo. Eso me pasa con los libros de no ficción de Haruki Murakami. Acaban convirtiéndose en libros de cabecera que releo y subrayo varias veces. De qué hablo cuando hablo de correr, De qué hablo cuando hablo de escribir, ambas editadas en Tusquets. Ahora, Música, sólo música, Tusquets, 2011, en coautoría con Seiji Osawa, director de orquesta japonés alguna vez asistente de Karajan, Berstein y una figura internacional por mérito propio.

Y digo que llega en el momento justo, porque a mis 50 años tenía pendiente adentrarme a las profundidades de Mahler y Brahms, también tengo pendiente a Proust, pero ese es otro tema. Música, sólo música, me dio una excelente oportunidad de eso y de reflexionar acerca de la música y su ejecución.

Transcripción de varias pláticas agendadas ex profeso para este libro con temas pactados de antemano, escuchando las grabaciones y por qué no, tomando una botana de arroz o fruta, es un libro ameno que no se queda sólo en la música, sino que abarca también su importancia en el mundo que les tocó vivir a dos genios de la post guerra.

Si bien por esa virtud excesiva de orden japonés, Murakami se impone un temario para “evitar que la conversación saltara de un asunto a otro”, inevitablemente terminan hablando de asuntos diversos en torno a la música en tono accesible y entretenido.

Murakami es un famoso coleccionista de discos de vinil de jazz y por lo que se lee también de música de concierto. Seiji Ozawa es un virtuoso de la batuta con una carrera de décadas frente a las mejores orquestas del mundo. Los dos expertos, desde el punto de vista del intérprete uno y del melómano el otro, pero además de excelentes conversadores, obvio, por sus respectivos oficios, comunicadores. Así que es un libro que disfruté escuchando las grabaciones de las que hablaban, de algo tenían que servir las famosas plataformas, del que aprendí, pero además gocé. Porque la música es eso, gozo, y sin ella la vida no tendría sentido, dijo Nietzsche.

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